ANDAR Y HABLAR:
La boina tirada hacia atrás, con el abandono propio de un despreocupado "chapelaundi", una fuerte garrota en la mano, y, sobre los hombros, un impermeable de un color muy extraño, rojizo y de forma indefinible; un impermeable que no se sabe exactamente qué ambiciona ser: si capa, o mackferland, o poncho, Baroja anda por las riberas del Bidasoa con su paso pesado y seguro de campesino.
Generalmente, va solo.
- A la gente no le gusta charlar ni caminar, que son las dos aficiones de uno -suele decir con cierta melancolía-, y, claro, tiene uno que sudar solo...
De cuando en cuando se le ve acompañado por tipos extraños: señores largos, tiesos, con "salakof"; mujeres rubias, con fagas, el sombrero mal puesto, una gran cartera bajo el brazo...
Son gentes del Norte que vienen a visitarle: estudiantes, escritores, profesores de Inglaterra, de Holanda, de Noruega, de Dinamarca, de Suecia, de Alemania, de los Estados bálticos... En esas tierras, el glorioso autor de "Camino de perfección" tiene muchos millares de lectores.
Cuando le llegan esas visitas, D. Pío se desquita de las temporadas de silencio. Con esos lejanos amigos, que muchas veces se parecen un poco a sus criaturas novelescas : A Silvestre Paradox, a José Ignacio de Arcelu, a María Aracil, a Fernando Osorio, se lanza a esas largas divagaciones que tanto le gustan a él; charlas de dos, de tres, de cinco horas, en las que se empieza comentando un discurso de Tardieu, se sigue hablando del Pacto Kellog, se examina después la psicología norteamericana; luego, el papel de la mujer en la sociedad contemporánea; luego, el problema del amor; luego, la importancia de Sthendal en la literatura del siglo XIX; luego, la significación del romanticismo; luego, la existencia del libre albedrío...
Durante dos o tres días, Baroja y su visitante andan y charlan incesantemente.
Después, el visitante desaparece, y D. Pío se queda solo, paseando con aire aburrido y protestando.
- ¡Si uno se entretuviera en el juego! -me decía- Aquí, en el país vasco, hay ahora un renacimiento del mus. Pero yo no sé jugar.
CONCEJAL Aunque los vecinos de Vera del Bidasoa no acompañan en sus caminatas ni en sus divagaciones a D. Pío, es muy popular entre ellos.
- Es un hombre que hace historias o así... -nos explicó una viejecilla, a la que preguntamos por él.
Y un campesino, que nos enseñó el camino de su casa lo definió:
- Es un hombre serio, serio, que aunque llueva se pasea.
A Baroja le gusta pararse a echar un párrafo con estas buenas gentes del pueblo : con el labriego que está cavando su tierra, con el tendero y el artesano que, en mangas de camisa, toman el fresco a la puerta de sus casas, con los carabineros que van por la carretera.
-¡Hola! -les dice con ese tono campechano y un poco brusco, ese tono de médico rural con que habla él.
- ¡Vaya usted con Dios, don Pío!
- ¡Buenos días, don Pío!
Yo no sé si verdaderamente, al principio de vivir en Vera, las gentes del país le considerarían un tipo diabólico; el asegura que le llamaban "El hombre malo de Itzea"... Lo que es ahora le tratan como un pequeño personaje local: como si fuera notario o teniente de Carabineros.
- Quieren hacerme concejal y todo... -dice, sonriendo, cuando le comunico esas impresiones mías.
Por lo visto, desde hace ya unos cuantos años están intentando llevarlo al Ayuntamiento. Una vez llegaron hasta a elegirlo; pero él se excusó alegando que padecía reuma.
- Y ahora, si le nombran, ¿a qué partido se va a adherir usted?
- ¡Psch!... No tengo mucho entusiasmo por ninguno...
EL FRACASO EN LA HUERTA:
Hubo una época en que D. Pío quiso buscar algún otro entretenimiento, además de la conversación y el paseo, y se dedicó a la horticultura. "Itzea", la finca suya de Vera, tiene un hermoso huerto, lleno de frutales, y Baroja se pasaba grandes ratos en él cavando, regando, podando... Pero, según parece, empezaron a ocurrir cosas muy anómalas: los árboles florecían en octubre, los pepinos nacían en el fondo de los arroyuelos, surgieron tomates con una cáscara erizada de púas semejantes a higos chumbos... Entonces la familia se reunió, declaró que D. Pío como horticultor era una catástrofe y lo destituyó.
- Temblábamos -dice, todavía impresionado al recordar aquella temporada, su hermano Ricardo-. Créalo usted, cuando le veíamos encaminarse al huerto con las tijeras de podar o con el azadón en la mano temblábamos...
Don Pío gruñe malhumorado.
Evidentemente, considera como una gran injusticia que se menosprecien así sus habilidades de cultivador.
LO QUE ESCRIBE Y LO QUE LEE:
Después de este fracaso ya no hace en "Itzea" más que leer y escribir, como en Madrid.
Escribe por las mañanas, desde que se levanta hasta la hora de comer.
Ahora está terminando un nuevo libro de la serie de "Las memorias de un hombre de acción".
Un libro que se va a titular "Los confidentes audaces".
- Son tres novelas, una larga y dos muy cortas, reunidas en un tomo.
- Y teatro, ¿no hace usted? ¿Ni cine?
- Ya me gustaría... Sí... Me gustaría... Pero, ¿para qué? No va a encontrar uno quien le haga las comedias ni las películas...
Este verano, Baroja, más que escribir, lee. Lee "vaudevilles" franceses y las obras de Dumas, hijo.
- No crea usted -me dice-. No crea usted... Resultan entretenidos.
ESTAMPA aldizkarian, 1930eko uztailan argitaratuko elkarrizketaren transkripzioa
V. SANCHEZ OCAÑA
(Fotos de Arte de Miguel Andrés)